AHÍ VIENEN LOS NAZIS…

Asombro y desconcierto han causado en muchos sectores de la opinión pública las inesperadas y cataclísmicas consecuencias de una intrascendente experiencia pedagógica sobre historia universal contemporánea, mediante una improvisada escenificación en la que se muestran imágenes de alumnos portando uniformes con algunas insignias de la esvástica o cruz gamada, símbolo del nazismo alemán presente en todos los actos del estado alemán de la época de la segunda guerra mundial, actividad realizada por iniciativa de algunos docentes y alumnos de la Escuela de Policía Simón Bolívar de Tuluá. Como es usual en estos tiempos, a alguien se le ocurrió grabar las malhadadas escenas y divulgarlas por las redes sociales, lo que precipitó el sorpresivo terremoto y las injustificables réplicas consiguientes, con representaciones diplomáticas incluidas.

En una nueva versión de esa colombianísima tendencia a auto incriminarnos por anticipado, darnos por aludidos y sentirnos señalados y culpables por cualquier cosa que creamos que pueda molestar a los demás, cundió la alarma general entre los altos mandos institucionales, que de una y sin dudarlo, anunciaron la inmediata destitución, sin fórmula de juicio, del Coronel director de la escuela, oficial de impecables antecedentes profesionales, con destacada y leal trayectoria al servicio de la comunidad y el amenazante anuncio de una próxima e inminente degollina general de servidores policiales relacionados con el lamentable episodio. Tales reacciones encontraron eco en la primera magistratura y como caja de resonancia, se replicaron en las representaciones diplomáticas de Alemania, Israel y los Estados Unidos, aunque seguimos pendientes de los regaños y jalones de orejas de la ONU, la OEA, la Unión Europea, las ONG de siempre y de cualquier otro protagonista de aquí y de allá que quiera meter baza en el asunto.

Todo este lamentable zaperoco, remite inexorablemente mis recuerdos al argumento de una graciosa película estrenada en 1966, durante el período más recio de la guerra fría, llamada “Ahí vienen los rusos, Ahí vienen los rusos…”, (¡“The russians are coming…! The russians are coming..!”), protagonizada, entre otros, por los geniales comediantes de Hollywood Alan Arkin y Jonathan Winters, La entretenida trama gira alrededor de la llegada accidental a costas norteamericanas, frente a un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra, de un submarino de guerra ruso al mando de un despistado capitán, personificado por Alan Arkin, que por desgracia encalla en las playas del lugar, lo que desencadena la hilarante secuencia de reacciones de los alarmados vecinos del pequeño vecindario que repentinamente asumen, cada uno por su cuenta, el papel de heroicos defensores del territorio estadounidense de la inminente invasión por parte de tropas soviéticas, cuya única pretensión era  la de procurar algunas provisiones y asistencia para salir del problema en el que los había puesto su pérdida de rumbo y el encallamiento del navío en tan comprometida y embarazosa situación.

En sus esfuerzos por la defensa de su territorio, y en medio de la noche, los inexpertos vecinos y las desorientadas autoridades locales por poco destruyen su propio pueblo, tal la serie de jocosas piruetas, metidas de pata, disparos errados y decisiones equívocas de todos los habitantes de la tranquilla vecindad en su disparatado intento de repeler el inexistente ataque e invasión del temido enemigo.

Lo sucedido en el caso del ejercicio pedagógico de la Escuela Simón Bolívar de Tuluá, parece calcado del tema de la aludida comedia de equivocaciones, pues resultan inexplicablemente exageradas e injustificadas las airadas protestas de tan altas instancias ante un episodio anecdótico, digno, a lo sumo, de un llamado de atención en privado y un breve comunicado aclaratorio para restarle importancia al asunto y frenar su divulgación y malintencionada interpretación y dimensionamiento, cuyo único propósito es afectar por todos los frentes, la maltratada imagen de la Policía Nacional y darle armas y argumentos a sus contradictores y malquerientes quienes esperan más cabezas policiales en la generosa bandeja ofrecida desde el principio.

En ese orden de ideas y ante tan creciente grado de susceptibilidad, me temo que resulte previsible que en el futuro, los gobiernos del mundo, empiecen a condenar a la hoguera todos los libros de historia, las películas, los documentales y todos los demás testimonios gráficos en los que aparecen las imágenes de los protagonistas de las guerras de todos los tiempos, países, bandos, matices, doctrinas y causas, justas, malvadas, buenas, regulares y malas que en el mundo han sido.  Algo como revivir la censura impuesta en su momento por algunas autoridades a Charles Chaplin por la inolvidable interpretación en su comedia “El Gran Dictador”.

Aquí sí que se aplica lo que alegaba una vieja tía mía cuando presenciaba los airados y casi siempre justificados regaños y castigos a alguno de sus consentidos sobrinos tarambanas. “El escándalo es lo que mata…!”

Por:  Coronel (RP) Héctor Álvarez Mendoza

Policías en Tuluá, ValleFoto: Suministradas a BLU Radio

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