Si se quiere que la reforma de la Policía sea asumida, ejecutada, sostenible y evaluable de manera externa y periódica, debe hacerse con la institución policial y no en contra de ella, como algunos pretenden. Es decir que, en el Congreso, escenario donde se discutirá esta transformación, se deben oír y tener en cuenta las propuestas que tenga la institución, que seguro no se distanciará de lo propuesto por el Gobierno Nacional. Pero también debe hacerse en los escenarios de participación y de discusión ciudadana y con los mandatarios locales.
Hoy, hasta la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos cree que los problemas por los cuales atraviesa la Policía Nacional y su relación con los ciudadanos se resuelven sacándola del Ministerio de Defensa y pasándola al Ministerio del Interior, para fortalecer el carácter civilista de la Policía. Este es solo uno de los tantos temas que habrá que discutir en la reforma de esta institución.
Además de la propuesta anterior, que tiene otras posibilidades, como se verá más adelante, lo más importante en el proceso de transformación de la Policía debe ser el capital humano, servidores públicos que deben ser fortalecidos para que los cambios normativos y operacionales sean posibles. En este campo hay que comenzar con los procesos de selección y formación civilista de todos los policías, procesos que en los últimos años se relajaron, pasando de la selección rigurosa al reclutamiento indiscriminado para aumentar el número de policías y de la capacitación de calidad a la formación exprés de patrulleros. Muchos de los problemas que hoy enfrenta la Policía se deben, entre otras razones, a esos malos procesos de selección y capacitación.
Lo anterior debe complementarse con el mejoramiento del bienestar de los policías y sus familias para hacer de la Policía una institución donde valga la pena ingresar, formarse, trabajar y permanecer con buen comportamiento, garantizando la seguridad y demás derechos de los ciudadanos.
El otro tema importante es el control disciplinario, habida cuenta de que su cuestionada inoperancia ha sido uno de los factores de mayor incidencia en la pérdida de legitimidad institucional. Para algunos, hay que revivir la figura del comisionado de la Policía, la cual desaparecieron sin haber logrado los objetivos para los cuales fue creada en la reforma de los años 90.
Hoy se puede pensar en una Inspección General fortalecida, transparente e independiente del mando institucional, con un auditor externo en cabeza de un civil no uniformado, quienes deben dar cuenta pública de los resultados de las investigaciones disciplinarias por violaciones de los DD. HH. y malos comportamientos.
Respecto a la ubicación institucional de la Policía, si bien el Ministerio del Interior es una posibilidad, no es la mejor por el carácter político, o más bien, ‘politiquero’ que ha tenido esta cartera. Además de esta alternativa, existen otras tres, como es el caso de crear el Ministerio de Seguridad Ciudadana y Convivencia; otra, trasladarla al Ministerio de Justicia por unidad de materia con la política criminal, y finalmente, reformar el Ministerio de Defensa para convertirlo en el Ministerio de Seguridad Ciudadana y Defensa con dos viceministerios, uno de Seguridad y Convivencia, donde estaría la Policía, y el otro de Defensa.
Finalmente, además de realizar la reforma de la Policía con la participación de sus miembros, hay que hacerla con una amplia participación de los ciudadanos, de las autoridades locales y de los partidos y movimientos políticos. La reforma de la Policía debe ser una discusión pública y comprometida, donde se definan la formación civilista de todos los policías, el bienestar de ellos y sus familias, el control interno disciplinario trasparente y público y la ubicación institucional, donde sean posibles los resultados de una policía más civilista y cercana a las necesidades y derechos de los ciudadanos.
Fuente: Diario El Tiempo – HUGO ACERO VELÁSQUEZ