Cr. RP. JORGE ELIAS SALAZAR PEDREROS
Integrante Junta Directiva Colegio de Coroneles
Se ha conocido recientemente un documento emitido por la señora vicepresidente donde hace planteamientos abogando por la ampliación de los derechos a la igualdad y la inclusión, pero concretamente dirigido a las Fuerzas Militares y a la Policía Nacional y lo hace a manera de solicitud -orden- al ministro de Defensa Nacional y centra el pedido de ese documento en el reglamento que regula la presentación y el porte del uniforme del personal que integra la Policía Nacional.
En mi opinión en el contenido del escrito de la vicepresidencia, los asesores de esa dependencia del Estado, tratan de llevar al marco institucional de la Fuerza Pública colombiana conceptos culturales, biológicos y hasta del fenotipo (forma física del cuerpo humano) de las comunidades afros, particularmente, planteando una problematización de asuntos superfluos, pero claramente parcializados, que se centran en el uso del cabello de los ciudadanos exclusivamente de las comunidades negras -afros- que han tomado la decisión autónoma, individual y personal de ingresar a la Fuerza Pública entre ellas la Policía Nacional.
Queda claro que exigir a toda una institución implantar ciertas modificaciones en sus reglamentos, caso puntual el que se está mencionando, se convierte en privilegio para un grupo minoritario y en lineamiento de desigualdad frente a todos los demás seres humanos que hacen parte de la institución policial y extensivo a la institución militar.
En este sentido observo visos de parcialización, porque son del color de piel de la vicepresidenta, tratando de imponer un trato privilegiado y particular por encima de los demás integrantes de la institución, lo que llevará a una pérdida de la disciplina especial que ha permitido la supervivencia de la institución durante más de cien años, y sobre todo ser referente de respeto, pulcritud y orden.
Más bien parece que se continúa desde todos los frentes tratando de satisfacer los deseos de desarticular y deshacer todos los constructos de una institución que ha sido baluarte para mantener los principios y valores que rigen el buen comportamiento, la solidaridad, las creencias, el orden social, el compromiso con los deberes ciudadanos, la armonía y la convivencia social.
Estas pretensiones buscan desnaturalizar la doctrina y la cultura institucional policial y de imponer al interior de la institución los nuevos idearios globalistas que invitan a menospreciar el referente de autoridad, a romper con las estructuras organizacionales que permiten a una institución como la Policía prestar un servicio público tan importante como la seguridad ciudadana, a privilegiar la autonomía por encima de las responsabilidades del servicio bajo una interpretación parcializada de los “derechos humanos”, a tolerar el desorden social y las agresiones a la convivencia imponiendo lineamientos distorsionados del derecho a la protesta social violenta bajo una coacción de sanción al servidor que procura cuidar o mantener el orden social.
Si más adelante se imponen nuevos privilegios a cada tipo de población al interior de la institución, porque para que haya igualdad y equidad tendrá que permitírseles abiertamente el ingreso a la institución policial, entre ellos todos los denominados LGBTI+, los raizales, los gitanos, los de cada tribu indígena, entre otros, entonces todos los demás ciudadanos, que ahora pregunto ¿qué denominación tienen? estarían en el plano de la desigualdad y sin privilegios como los que reciben estas poblaciones. Y ¿quién aboga por su derecho a la igualdad y equidad?
Cabe decir que, en una revisión rápida efectuada a los uniformes y algunos actos o ceremonias de las policías de África, de donde son los negros puros, se observa que todos cuentan con el cubrecabeza como una prenda del uniforme policial, y que los hombres y mujeres lo utilizan en formaciones y ceremonias. No se observa que las mujeres y hombres tengan los pelos del tamaño que los quiere la vicepresidenta al aire libre para que les de reconocimiento a su diversidad étnica y cultural, sino que van acorde con el porte de su uniforme.
Esta imposición pareciera de poco calibre, pero seguramente más adelante habrá que aceptar que un policía modifique el uniforme de acuerdo con el libre desarrollo de su personalidad, o que le coloque aditamentos que lo identifiquen con sus referentes culturales o que determinadas actuaciones sean acordes con rituales o costumbres ancestrales, por poner un ejemplo.
Creo que este tipo de mensajes que se vienen dando, progresivamente van a ir minando la fortaleza que debe tener el cuerpo de policía en una sociedad y que poco a poco sistemáticamente irá “adecuando” la actuación policial hacia inacción frente a manifestaciones de ilegalidad y desorden social, modificando el referente colectivo de los policiales a aceptar y tolerar determinadas conductas que afectan la convivencia y la armonía, y también actos de agresión y daños a los bienes públicos, a la propiedad privada, como vemos hoy con los “colados en el servicio público”, el retiro descarado de las barreras que se han adecuado para evitar los colados en Transmilenio, los grafitis en las fachadas de los inmuebles en toda la ciudad, el hurto de señales de tránsito, la toma del espacio público, entre otros tantos.
Al cuerpo de policía hay que cuidarlo, fortalecerlo y apoyarlo, porque es quien debe mantener las condiciones que se requieren para que los colombianos podamos convivir en paz.